El aprendizaje que me gustaría compartir contigo en esta entrada tiene que ver con el ritmo y la lectura de poemas infantiles que tanto disfruto leyéndole a mis hijos. Me encanta mi trabajo porque aprendo constantemente, el aprendizaje es recíproco con mis estudiantes, y al igual me pasa con mis hijos. María Montessori decía que «el niño es el maestro» y pienso en muchas ocasiones cuánta razón tenía.
Dicen que los bebés de pocas semanas son capaces de reconocer una canción (entre varias) que se le cantara mientras estaban en el vientre materno. Con ninguno de mis hijos probé este experimento pero, me pregunto: ¿qué reconocen? ¿El ritmo? ¿La entonación? ¿Ambos?
Lo que sí que he hecho de manera habitual es leerles poemas y cuentos desde que eran bien pequeños. Nunca obligándoles, por supuesto, si se cansaban o no estaban interesados, pues pasaba a otro, o a otra actividad. «Sigue al niño», que también decía María Montessori. Aunque pienso que es verdad que no hay que forzar el aprendizaje, sí que es cierto que la constancia (y el ejemplo) es una buena herramienta para cultivar el gusto, en este caso, por la lectura. Así que no hay día en el que no leamos a nuestros hijos.
Uno de los primeros libros que leía con mi hijo mayor era una antología de poemas de Gloria Fuertes. Nos encanta Gloria Fuertes, es súper divertida y ha sido una fantástica manera de introducir el humor en la lectura. Hubo varios poemas que atraparon su atención de inmediato. Al inicio, solo escuchaba y me miraba a mí y/o las imágenes; sobre los 18 meses, acababa todas las frases desde la última sílaba tónica, es decir, si la frase era «Bienvenida sea la risa», yo decía: «Bienvenida sea la ri-» y él seguía: «¡-sa!»; y a los dos años los recitaba con mi ayuda (en la lengua de un niño de 2 años, claro).
Pues en esos meses en los que comenzaba a repetir y producir los versos, me daba cuenta de que, aunque no pronunciara los sonidos perfectamente (uno de sus poemas favoritos estaba lleno de erres, que tardaron mucho en aparecer en su habla, ya hablaré de esto en otra entrada) reproducía el ritmo a la perfección, es decir, marcaba las sílabas y las sílabas tónicas, además de entonar también muy bien. Eso hacía que pareciera que estaba recitando el poema aunque no se entendiera todo lo que decía, era maravilloso. Poco a poco fue puliendo los sonidos y los poemas fueron recitados mejor y mejor.
Y esta es la práctica que me gustaría compartir contigo hoy: utilizar uno de los poemas favoritos de Arón («Versos con aja y eja» de Gloria Fuertes) para mejorar tu ritmo y, de paso, practicar el tan característico fonema /X/ del español peninsular. Este fonema es aspirado en buena parte del mundo hispano y fricativo en la mayor parte de España. Para hacerlo fricativo, yo les digo a mis estudiantes que piensen que tienen mocos en la garganta y quieren aclarársela (sé que puede darte un poco de asco, ¡pero funciona! 😀 ).
Es muy importante que escuches el poema fijándote en las sílabas y sílabas tónicas, que las marques, que lo «tatatees», es decir, si la frase es «La feliz pareja», sería «tataTA taTAta» «ooO oOo». Escucha esto, «tatatea» y, cuando sientas que ya tienes controlado el ritmo, escucha y repite.
En este enlace puedes ver un vídeo donde cuento esto y donde leo el poema a dos velocidades.
Y en este enlace puedes descargar un documento con el texto y una actividad de pronunciación. Síguela paso a paso, siente el ritmo.
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